top of page

Tulio se preocupaba demasiado por dar indicaciones exhaustivas. Una tarde ordinaria se subió a un taxi.

 

– Tenemos que doblar en esta; vamos a la Menéndez Pidal a esta misma altura –adelantó su mano de modo que fuera visible su gesto direccional desde el asiento delantero–, agarrando esta.

– ¿Doblo en esta?

 

Una mirada furtiva quebrantó el espejo retrovisor.

 

– Es lo que acabo de decir. Dos veces.

– Bajate, puto.

– Morite.

 

¡Clap!

 

 

FIN.

 

 

 

 

 

 

 

#1

bottom of page