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Presentación

 

Lanzarnos a la vorágine de nuestros días, así sin más, no es moco de pavo. En su complejidad, el laberinto nos interpela. Tras cada esquina podemos encontrar los luceritos fríos de quienes perdieron la cuerda de Ariadna. El temor a lo desconocido les ha devorado su destello.

 

Nacer nos toma toda la vida. Volvemos, flaqueamos, perdemos, nos desesperamos. Pero ¿dónde está en realidad la meta? Ni si quiera es certero que exista una. Por eso a veces perderse hace bien –a la humildad por lo menos–. Me temo que cuanto más jactanciosos son nuestros picnics a la salida del laberinto, tanto más abiertas las fauces de las quimeras a las que sirven de alimento.

 

Deconstruir algunas de nuestras seguridades nos evita andar en círculos. A pesar de un instinto, un anhelo, o un Dios, la elección sempiterna duerme sobre la palma de nuestras manos: ¿Qué tan dispuestos estamos a sobrevivir?

 

Escribo. Me tracé una consigna. No me gusta pensar que con ella me aproximo a una nada o a un todo, creo en un todo en la nada y una nada en el todo. Escribo para asegurarme que creo en mí.

 

 

Gracias por estar ahí, lector.

E. D. D.

Caroline Lavelle    Anima Rising

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